Pollo a la cerveza.

Ingredientes: 1 pollo. 2 cebollas grandes. 1 jarra de cerveza. Aceite, sal y pimienta.
Tomar un buen pollo del corral y tras matarlo, desplumarlo y arrancarle todas las vísceras, se cortará en trozos medianos. Salpimentar bien los trozos. No salarlo demasiado, a la señora el gusto en exceso de sal le disgusta, pues causa sed molesta e inútil. En cambio nunca se queja por la pimienta, aunque me haya pasado con ella, como me pasó el otro día. Andaba yo con la cabeza ocupada pensando en lo delgada y triste que se ve mi señora y le eché dos veces pimienta. La señora, o no se dio cuenta o fingió no enterarse.
Coger la cebolla y cortarla. Hay quien la prefiere fina para sólo notar el sabor y no la textura, y otros gustan de paladearla en buenos trozos. A la señora no le importa el modo, pues gusta de este bulbo, siempre que sea de calidad y no pique más de lo debido.
Tomar una buena cacerola y poner en ella aceite para cubrir bien el fondo y calentar sin que llegue a humear. Dorar la cebolla en él. Es importante que no se quemen demasiado, pues pierde el gusto y estropearía el guiso. Hay que remover con cuidado sin marear la cebolla. Eso decía mi abuela, “no marees la cazuela”. Qué mujer aquélla. Gran cocinera. Y con un genio… A la niña le hablaba de ella cuando murió su madre, para que se le quitara de la cabeza esa tristeza.
Subir un poco el fuego para echar los trozos del pollo y dorarlos junto con la cebolla. Cuando se han dorado bien, verter la cerveza y bajar el fuego. Dejar cocer hasta que la cerveza se reduce y el pollo toma el color dorado de ésta. Es este un guiso que gusta a la tropa, yo creo que por el nombre, aunque la cerveza al cocer ha perdido los efluvios que tanto les gustan a estos bárbaros. La señora suele disfrutarlo mucho, e incluso el Trémere (el cielo nos libre de la condenación eterna), aunque no necesita del común alimento, en honor a la señora, cuando viajan juntos con las tropas, se une a ellos en el festín y come algún trozo, o al menos, parece comerlo.
Buñuelos de Alcachofas.

Ingredientes: 1 docena de alcachofas. 2 vasos de aceite. 1 vasito de leche. 1 huevo. 1 limón. Harina. Levadura. Sal.
Se prepara el rebozo para hacer el buñuelo. Se bate el huevo y se le va añadiendo la leche. Se sala y se añade levadura. Se mezcla bien. Se irá añadiendo poco a poco la harina hasta que espesa un poco. Se rectifica de sal y se deja reposar. Qué delgada está ¡y tan pálida! Parece mentira que hayamos dejado el oscuro castillo del Trémere (que el cielo le perdone, si hay perdón para los no muertos. Yo no sé si puedo). Me cuesta sacarla al sol. Tuve que convencer al capitán Rohkea para que organizara una partida de caza. Se pasa las noches en la azotea del castillo o por los bosques. Y durante el día se queda en su cuarto, con la mirada perdida.
Mientras reposa la masa, se quitan las hojas externas de la alcachofa. Se cortan los picos que tienen una hoja siempre más dura y desagradable al comer. Se parten por la mitad y se ponen en una olla con agua cubriéndolas y unos chorros de limón. Se sazonan de sal. Se cuecen a fuego medio hasta que quedan tiernas (sin deshacerse) y el agua se ha evaporado. Se escurren bien y se pasan por la masa. De pequeña, cuando su padre la llevó con su tribu, le encantaba pasar por la masa. A ella y a todos los chiquillos de la aldea. ¡Qué tiempos aquéllos! Desde la muerte de su madre, no la había vuelto a ver reir de aquélla manera. Estaba sana, jugaba, corría, se subía a los árboles. Yo me pasaba el día regañándola, se me hacía raro ver a la señorita de tal guisa, pero ella era feliz.
Esta receta me la enseñaron las ancianas de la tribu, pues esta verdura según ellas, tiene propiedades mágicas. Limpia el organismo de los humores malignos que pueden haberlo viciado.
Se calienta el aceite, y se van friendo los buñuelos. Es inútil, antes le encantaba esta receta, pero estoy convencida que apenas probará nada. A veces pienso que quiere morir. Otras, que está muerta ya...
