Diario del Capitán Rohkea

Manuscrito escrito por

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Anno Domini 1044 Julio

Después de recorrer el plano del mundo, la señora asegura que sus visiones la llevan a las frías tierras del norte en busca de la sagrada reliquia. El tiempo afortunadamente nos lleva al estío, pues si no, estas tierras yermas y sus aguas negras sería intransitables.
La señora se pasa el dia (y aún más la noche) en la popa de la nao, observando hacia el sur, sus ojos perdidos en el mundo de sombras que decidió amar desde que conoció al Trémere (cuyo nombre ningún hombre de fe ha de pronunciar sin caer en la perdición y la locura). Muchos hanme conminado a abandonar a tal dueña, amante de la oscuridad. Debería haberles hecho caso. Pero la dulzura y el dolor que ví en sus ojos me pudieron. Fue como si me miraran desde lo hondo de un pozo de amargura, elevando los brazos a una diminuta fuente de luz en lo alto. Me sentí por un momento parte de esa luz capaz de iluminar la oscuridad, y acepté el trabajo.

Anno Domini 1044 Agosto

Mal se nos dieron las pesquisas. La señora anda cabizbaja, pues sus espíritus la engañaron. Ordenó poner rumbo a tierras más cálidas, lo cual produjo un inmediato alborozo en la tripulación, cuyo ánimo decaía día a día en estas agua frías.
La dama se encuentra ahora a la proa del barco, como si de un mascarón se tratara, tan quieta como tal, con la mirada fija en un punto que el resto de los mortales somos incapaces de elucubrar. A veces sus labios se mueven como si orara. Si no se tratara de una impía, pensaría que lo hace. Lo único que mis marineros han logrado oir en estos casos es el nombre del vástago. Sonido que ha hecho llevar a mis hombres a cubrir sus oídos, cual si un graznido horrible les hubiera sonado en sus tímpanos. La vieja ama que la acompaña y que nunca se separa más de unos metros de ella, se ve precisada muchas veces de cubrirla con una piel, pues parece olvidar que anda a la intemperie, y que la temperatura no invita a la quietud en tal posición.

Anno Domini 1044 Septiembre

Todos huyen de la mirada de la dama. Todos menos su vieja ama y yo, que aún recuerdo lo que fuera una luminaria verde y dulce en sus ojos. Los más flacos de espíritu aseguran que mirarla a los ojos puede llevar a un hombre a contemplar los horrores del infierno y la condenación eterna. Yo sólo puedo decir que su mirada en los últimos tiempos me lleva a sentir como si una mano fría oprimiera mi corazón. Entiendo que lo que siento es lo que transmiten sus ojos: lo que siente su corazón desde hace unos días. La muerte parece rondarle el cuerpo, y lo que es peor el alma. Temo que la locura haga presa en tan mermado cuerpo, apenas sin alimento, pues parece rechazarlos todos.

Anno Domini 1044 Diciembre

Abandonamos el mar hace semanas y por fin hemos llegado a las tierras de la señora, donde innumerables tareas le esperaban. Una vez finalizada la travesía para la que me contrató, me pidió que siguiera a su servicio al mando de su guardia personal. La razón debiera haberme hecho negarme, pero una vez más la mirada verde me hizo cambiar de idea. Desde que hemos llegado a tierra, su humor parece haber mejorado. Ya ha dado las órdenes para la construcción de un castillo que en el que recibir a su Trémere cuando éste se decida a visitarla, e incluso planea acercarse a sus tierras. Temo que ese momento llegue pues me pedirá que la acompañe, y el sólo pensamiento de la presencia del No Muerto, hace helarse la sangre en mis venas.

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