CRÓNICAS DE BELISARIO - Capítulo Cuarto: De la partida del Cid

Manuscrito escrito por

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19 de Septiembre del año 1046 d.C.

El otoño comienza a hacerse presente en el Castillo de Cornwalls. Los verdes del verano dan paso al dorado en las copas de los árboles y la ventisca cálida se torna paulatinamente más y más fresca.

Han pasado las cosechas y Fray Belisario debe afrontar otro período de administración de cara a un mejor aprovechamiento de los recursos. La tarea le resulta muy difícil. Esta visto que el trabajo de granjero no es lo suyo. Su padre, Majencio de Markiv, era más hábil que en estas cuestiones. Afortunadamente cuenta con el auxilio de los hermanos de la Congregación que, cada quien en lo suyo, son parte activa de los procesos directivos de estas tierras.

Hace un mes Fray Belisario ha designado al Hermano Hermes, hijo selecto de esta comarca que ha querido unirse a nuestra Orden, como encargado directo de la comunicación con el resto del Guaranpis. Tiene él a su cargo traerle las nuevas y despachar los comunicados que desde el Castillo de Cornwalls emanen hacia el mundo.

Esta mañana lo ha sorprendido con dos noticias que por cierto han conmocionado su espíritu.

- Hermano Belisario, han llegado dos noticias muy importantes en el día de hoy. Una buena y otra no tanto. Incluso diría yo que ésta segunda es muy mala.

- Por Dios, Fray Hermes, ¡no me asustéis de ese modo!

- En pro de vuestro bienestar, comenzaré por la buena. Ha llegado desde la Santa Sede la bula que os nombra, ¡por fin!, como Abad. De modo que, de aquí en más, sí podremos consideraros como Padre Abad de nuestra Orden Berenita.

- No entiendo esas cuestiones... ¿Quién tiene el derecho de otorgarme dignidad alguna si hasta el momento el Trono del Santo Padre está vacante? ¿En nombre de quién y con qué intereses desempeñan sus funciones los miembros de la Cancillería Apostólica?

- Hermano, con el debido respeto, no seais tan quisquilloso. Este nombramiento es un premio a vuestra dedicación y por cierto que es beneficiosa para nuestra Orden.

- Tal vez tengais razón. En todo caso, no creo que sea demasiado importante, dadas las circunstancias. Pero... decidme ya la mala noticia...

- Os lo diré sin vueltas, Hermano: acaba de llegar un global con la tristísima nueva del fallecimiento de vuestro amigo, El Mío Cid.

Fray Belisario miró al Hermano Hermes como si no comprendiera lo que estaba diciendo. Era tan terrible la noticia que prefería fingir que se trataba de un mal chiste. Por su mente, pasaron como saeta las historias que Majencio contaba de Don Quijote y que iluminaron su adolescencia, allá, en el legendario Castillo de Prontera. El alma de Don Quijote se había encarnado nuevamente en El Mío Cid y todo Guaranpis podía estar tranquilo porque en su persona estaba resumida la esencia de nuestro mundo.

- Maestro del rol, leal y honesto como pocos, El Mío Cid es el personaje imprescindible en este mundo -dijo Fray Belisario con la mirada fija en la aurora- y siempre esperaré su regreso. Guaranpis no será lo mismo sin él y todos los que lo conocimos hemos de sentir su ausencia.

Todo el día estuvo Fray Belisario con la mente etraviada. Por primera vez, no se presentó en el refectorio para presidir las oraciones del Ángelus. Se recluyó en una de las torres del Castillo y, ya entrada la madrugada, Fray Hubert de Nordhausen lo escuchó canturrear con voz infinitamente triste:

"Un barco frágil de papel
parece a veces la amistad
pero jamás puede con él
la más violenta tempestad
porque ese barco de papel
tiene aferrado a su timón
por capitán y timonel
un corazón.

Amigo mío,
si esta copla como el viento
adonde quieras escucharla te reclama
será plural porque lo exige el sentimiento
cuando se lleva a los amigos en el alma."
ESPERAREMOS TU REGRESO HASTA EL FINAL DE NUESTROS DÍAS
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