.
12 de Noviembre del A.D de 1043.
La Casa de Markiv selló su origen con la unión del legendario Valentiniano, caballero helvecio, con la bella Vjdma, princesa travastiana y hermana del gran Vikram I.
Fruto de esa unión, tras largas vicisitudes, el Duque Majencio de Markiv llegó a dominar la Isla de Sjælland, la costa sur de Finlandia (tierra conocida con el nombre de Skåne) y la mítica provincia de Prontera, célebre por sus riquezas y ubicada en la frontera que une la Germania con la Península de Jutland. Majencio fue vasallo del por entonces Papa Beren Erchamion y adhirió a su doctrina pacifista, que hizo de la diplomacia y de la solidaridad los pilares fundamentales de su poder terrenal.
Yo, Belisario, vi la luz por primera vez en la comarca de København, donde Su Santidad fundó más tarde el Monasterio alrededor del cual se erige la villa que la cristiandad conoce actualmente con el nombre de Copenhague. Huérfano de padre y madre, fui criado y educado por los monjes del lugar de acuerdo a la usanza romana. Allí fue donde, a mediados del Anno Domini de 1040, el Duque Majencio me tomó bajo su protección como escudero. Él se encargó de completar mi educación, abriéndome las puertas del mundo y del saber. Puso a mi disposición la vastísima biblioteca de Costa Sagrada. En aquellos volúmenes, que había reunido a lo largo de sus aventuras y adversidades, estaba compendiada toda la sabiduría del mundo antiguo. Allí descubrí una dimensión que excede los límites de los sentidos y comprendí que el conocimiento da poder, sobre todo al amparo de la Fe.
Poco antes de morir (en aquellos días aciagos en que el antiguo Guaranpis afrontaba el ocaso definitivo), el Duque de Markiv me nombró heredero de su linaje con estas palabras:
- Querido Belisario: el Cielo no ha visto la necesidad de concederme un hijo de mi sangre. Pero os ha colocado a vos en mi camino para que continuéis mi obra y la de Su Santidad Beren Erchamion. Rodeaos de gentes piadosas y tratad de llevar a los pueblos el mensaje liberador de nuestra Fe. Si caéis, levantaos una y otra vez. Y no os avergoncéis de los errores, mas sí de los daños premeditados que deberéis evitar. Que la pobreza no os haga agachar la cabeza y en vuestra mirada siempre brille el orgullo del deber cumplido.
Desde entonces, por la fuerza del amor (ya que no de la sangre) ingresé en la Casa de Markiv como legítimo heredero. Heredero de un sentir y de un pensar cuyo objetico es el de plasmar una visión diferente de este mundo, una certeza de que la Paz siempre ha de tener un sitial preferencial entre nosotros.
Abrazado a la causa de Dios, Nuestro Señor, invito a toda mujer y a todo hombre que comulgue con los sencillos principios de la Orden Berenita a unirse a nuestra Cruzada.

0 comentarios:
Publicar un comentario