De los pesares padecidos por la hija del Cardenal Berseker

Manuscrito escrito por


19 de Noviembre del A.D. de 1043.

Cuán larga ha de ser mi historia que ha pasado al olvido, tan larga agonía que debo haber causado o vivido. No sé como explicaros honorables pobladores mi presencia en este tan bello mundo, pero dentro de mí algo me da pie para realizarlo. En una mañana tan usual como muchas otras, la tristeza invadió mi alma cuando a quién considere desde su infancia, por las ansias de poder sucumbió a la traición, acusándome de atroces asesinatos junto a demás maldades, teniendo como premisa para realizar según él tales actos, “ el conservar mi juventud y belleza”.

Luego de cuatro lúgubres y penosos años de encierro en mi noble morada en el Castillo Csejthe, las ganas de vivir me abandonaron y decidí no ingerir alimento alguno para que mi tormento acabará. Momento a momento mis fuerzas rehuían mi ser, hasta que un sueño que no sabría como explicaros lo invadió.

Mi cuerpo como “cuan pétalo en los aires del otoño”, fue empujado sin rumbo hacia lo desconocido. He aquí donde aquel sufrimiento injustificado me abandono e inicia mi peregrinar al lado de los más nobles señores y señoras que haya conocido cuyo estandarte de Honor y Gloria embelese de manera unívoca hacía una lealtad absoluta.
El camino en estas tierras ¡cuan largo es!, pero con la ayuda del altísimo y mi perenne oración en el convento he alcanzado paz y mi espíritu atribulado tiempo atrás, ahora se alboroza de felicidad, ya que ha encontrado en un noble señor cuyo honor inunda de hidalguía este cálido y exuberante territorio la amistad.

Recordad hermanos en la fe y aquellos que aún no lo son en este mundo medieval, que mi lucha es en oración, por ello, la tranquilidad inunda mi espíritu. Pero si la espada he de tomar para defender a mis hermanos familiares, sin menoscabo alguno mi hábito y votos romperé y sabrán cuán peligrosa y atroz puede ser mi furor.


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