Rodríguez refiere la historia de su nacimiento

Manuscrito escrito por


15 de Noviembre del A.D de 1043.

Una noche, mientras observaban las estrellas, trece Caballeros del Templo Dragón vieron que su última batalla se acercaba… la guerra contras los fieros Odines había concluido las tropas volvían a casa, solo quedaban vestigios del Gran ejercito que poseían esos guerreros… y el mundo, vio venir su fin, cuando Dios hablo, enfadado por lo que habían hecho de guaranpis sus siervos, mando a destruirlo, para que como el ave fénix renaciera e sus cenizas.

Los Trece Grandes Maestros del Templo, se reunieron, y decidieron seguir caminos distintos, si el azar o una jugarreta del destino los volvían a reunir, será por que Dios así lo quiere… Prometieron, como muchas veces se dijeron, que un Dragón nunca muere solo, por que en verdad un Dragón nunca muere, solo descansa para volver y rugir, quemar, y volar sobre este mundo.

Así, se dispersaron por el mundo, uno en cada dirección, cada uno montado sobre su Corcel, galopado junto al viento, para aprender de la vida, y aprender a ser mejores. Sabían, que cuando miraran esa luna, contaran las estrellas encontrarían a sus camaradas, mirando esa misma luna y esa misma estrella.

De esos caballeros uno era Sir Keitaro, venia del lejano oriente, de un archipiélago donde hay un Imperio y nace el Sol. Era un joven lozano, gallardo, poco atractivo, pero muy caballeroso, su melena negra era tomada por una cola, y portaba dos espadas, de las que hacen en oriente, con las cuales, en una estocada, cortaba a sus enemigos. Era silencioso pero alegre, dicen que era un buen comerciante, y gustaba de beber cerveza anónimamente.

Su última batalla fue en España, donde fue rodeado por 5000 hombres, al mando del Duque Rodríguez de León, venciendo a 2500, y asesinado por una lluvia de Flechas, junto a su caballo, eso es lo que dice la leyenda del gran Sir Keitaro Urashima, Samurai Imperial y Dragón Rojo del Templo Dragón.

He vivido 16 años de mi vida en Hungría, criado por una pareja de campesinos que me acogieron cuando fui abandonado en un río.

Una noche, me escabullí de la casa buscando aventuras y fui al lugar más interesante y peligroso de la región, el castillo del Dragón, un sitio custodiado por fieras salvajes, hombres armados, un castillo jamás derribado, que marcan el limite norte de los que según la leyenda eran las tierras del Templo Dragón. Me acerque sigilosamente, pero cada paso que hacia era un estruendo en mis oídos, sabia que había guardias cerca, aun así, la curiosidad y excitación por el peligro me impedían retroceder. Llegue a un cuarto amplio, con un cielo elevado, las murallas alumbradas por candelabros iluminaban tenuemente la sala. Había estanterías repletas de libros, un mapa del mundo conocido, marcado con diferentes colores en la muralla. En el centro de esa habitación había una mesa, y trece asientos adornados con alas de madera, una de ellas era alta y sobresalía de las demás. Camine cerca de la muralla, mi corazón se aceleraba cada vez más, vi retratos, trece en total, de 10 hombres y dos mujeres, de distintas edades. A lo lejos hoy pasos, se acercaban rápidamente, mi corazón daba tubos, creía que los guardias podrían escuchar fácilmente ese sonido, camine mas rápido, casi sin fijarme en que estaba corriendo, hasta que un cuadro llamo mi atención, era de un hombre con los ojos rasgados, debía tener unos 30 años, pelo negro y largo, sujetado con una cola de caballo, una armadura al estilo oriental, y dos espadas en la cintura. Me fije en su rostro y lo que vi me dejo perplejo… Ese era yo, no, no podía ser yo,. Mi cabeza daba vueltas sentí pasos mas cerca. Lo último que vi fue el cielo aquel… con la pintura de 13 dragones.
Me desperté en una cama, rodeado de 50 caballeros, los cuales al percatarse de que me había levantado se arrodillaron. No sabía que pasaba.

- Joven, cual es su nombre- pregunto el más cercano, mirando al suelo mientras hablaba.
- Soy Rodríguez, no tengo más nombre que aquel- respondí con voz apenas audible y temblando, de miedo, o de emoción, aún no lo se.

Algunos hombres se levantaron y sacaron sus espadas, el ambiente se volvió tenso, mis nervios no podían más, se armo un gran murmullo y yo seguía sin saber que pasaba, en eso hablo nuevamente el hombre aquel.

-¡Acaso no sabes que ese apellido esta prohibido en este lugar!, ¡el fue el que mato al Gran Sir Keitaro Urashima!.
-Perdón, pero ese fue el nombre que encontraron mis padres adoptivos en la canasta que tenia cuando era un bebe…
-Sabes la historia de Sir Keitaro Urashima?
-La leyenda es muy conocida…
-Bueno, empecemos desde hay. El Conde Rodríguez asesino a Sir Keitaro por que él estuvo en amoríos con su esposa, la Condesa de Vivar, y dicen las malas lenguas que de ese amor nació un niño, aunque los condes nunca lo han admitido. Hace cinco años murió la Condesa… pero ese niño aún sigue vivo. En verdad te le pareces… quizás… aunque no puede ser… pero si pudiera ser…- el hombre se puso a pensar y yo seguía sin entender la situación- ¡Niño! ¡Muéstranos tu espalda!.


Con mucho miedo accedí a lo que me pedía, sentía que si no lo hacia me matarían sin pensarlo… me saque mi capa roñosa y les mostré mi espalda. Los hombres quedaron asombrados por el dibujo en mi espalda… un Dragón Rojo que se alza por los aires… el símbolo de Sir Keitaro… el que es mi Padre.

Así esos cincuenta hombres me siguieron, y hoy… tengo la misión de buscar a los 12 Dragones vivos… y escribir mi propia leyenda…


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