
Era un joven caballerio de la Orden de los Templarios que siempre habia ansiado el convertirme en el guerrero más poderoso de la orden. Mi actitud arrogante y mi desprecio por la vida ajena me costó el ser expulsado de la orden. Maldecí mil veces la debelidad de la Orden y deseé al precio de mi propia alma incluso el conseguir el poder que me dejara vengarme de los que antaño lucharon conmigo cuando la grandeza de la Orden era digna del temor que infundia en sus enemigos.
La dicha o desdicha hizo que desde ya tiempo atrás un Vampiro siguiera mis pasos buscando un momento en el que siendo mi voluntad vulnerable pudiera doblegarme. El confiado cainita me concedió el beso de sangre pero este fué un gran error para él pues mi primer acto como vampiro fué matar a mi creador. No pude evitarlo, el poder que notaba fluir de sus venas a mi boca era tal, que lo deseé todo para mi.

No os engañeis, no habrán prisioneros, todos los que se efrenten a mi pasaran a engrosar las filas de mi ejército
No joven, la muerte no es el final del camino

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