04 de Mayo del año 1057 d.C.
Salió Wotan de su pabellón con una sonrisa de oreja a oreja; y tras él una mujer semidesnuda con el agotamiento en su rostro, pero con una bolsa de monedas de oro en la mano.
Mientras se lavaba la cara y el torso en una fuente de agua, se acercó su fiel Ludovico con cara de poco amigos. La discusión se veía venir y algunos de los caballeros que se iban a acercar a su príncipe para preguntarle sobre la marcha de la noche, se alejaron rápidamente.
-¡Prostitutas! ¡Rameras!- gritaba y hacia aspavientos el religioso-. Las tropas pueden quedarse sin cirujanos, sin comida y bebida,…pueden quedarse hasta sin espadas…¡¡pero resulta que al señorito no le pueden faltar las fulanas!!
-Ludovico, son apenas unos monedas de oro por caridad cristiana.
-¿¿Te burlas de mi religión??- preguntó con rabia.
-Que va. Deberías de sentirte agradecido de lo en contra que estoy de la prostitución- se asomaba una sonrisa malévola en los labios-. Ayer mismo prohibí tener sexo con mujeres a todos nuestros soldados.
-¿De verdad? ¿Y crees que lo cumplirán? Si ni siquiera tú has dado ejemplo.
-Privilegios de líder – señaló a un matorral y sonrió abiertamente-. Si esperas veinte minutos verás como algunos caballeros ya encontraron solución al problema del sexo.
Allí esperó Ludovico mirando el matorral cuándo un caballero satisfecho salió. Se santiguó al ver al sacerdote mirándole ceñudo y se fue corriendo. Justo cuándo Ludovico creía saber que había hecho el caballero en el matorral, escuchó moverse las ramas. Al mirar vio un paje subiéndose las calzas. Ni su mente había pensado en semejante pecado.
Por fe, maldecía la intendencia.
Príncipe bárbaro
Wotan Telamónida

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