04 de Enero del año 1061 d.C.
Ha terminado el año 1060 y el Obispo de Markiv se halla en viaje hacia las tierras de Tracia, en el norte de Grecia, atravesando todo el mundo conocido para oficiar la unión de los nobles cristianos Kendra y Ändrés Von Bruce. El viaje ha sido extenuante. Desde las indómitas tierras irlandesas, donde se hallaba desempeñando su labor pastoral, el hombre de Dios ha debido atravesar mares y desiertos junto a la invalorable compañìa de su buen amigo y jefe de su guardia personal, el hermano Hubert de Nordhausen. Pero el esfuerzo ha valido la pena. A lo largo de la travesía (que debió ser aun más extensa en función de las leyes guaranpinas que penalizan las cercanías de parentesco) el Obispo y su comitiva no han hecho más que recoger las bendiciones de los pueblos diversos que fueron visitando. En el norte de Hispania, en los dominios de su majestad Alexander Nevsky, los pobladores alojaron a Su Eminencia en el seno de sus humildes chozas y para él no hubo regalo mejor que poder compartir las mesas de personas tan devotas y trabajadoras. En tierras castellanas, hoy bajo la autoriad de la Archiduquesa Andrea de Hausgh, se organizaron fiestas para celebrar el regreso de "Fray Belisario", como lo siguen recordando desde que el actual obispo comenzara su vida religiosa divulgando la Fe de Cristo por aquellos parajes.
Lo más duro del viaje han sido las travesías por mar. Su Ilustrísima no es muy avezado en cuestiones marítimas y, en varias ocasiones, fue necesario que el médico de su guardia personal, el hermano Jonás de Pevres, le administrara sus brebajes para sobrellevar los efectos del mareo. Pasó días y días Fray Belisario sin retener alimento alguno en el estómago y, de no haber sido por su espíritu indomable, sus asesores (sobre todo Fray Hubert, el más celoso del bienestar de Su Eminencia) lo hubieran convencido de regresar a Inglaterra.
El obispo ha podido también cumplir con un viejo anhelo de juventud: visitar la bella Grecia, cuna de la civilización y en la que se atesoran todavía la belleza y la cultura de la época clásica de este occidente tan convulsionado por estos días.
Tracia es la cuna del legendario Espartaco, el esclavo que supo poner en vilo el poder de Roma. Es una tierra bella, habitada por gentes corpulentas, en su mayoría rubios de ojos celestes, que tienen costumbres muy peculiares. Por ejemplo, lloran cada vez que nace un niño, lamentando de antemano todo lo que tendrá que sufrir a lo largo de su existencia. Por el contrario, cuando alguien muere suelen reunirse alrededor del féretro a contar chistes y bromear, como celebración del cese de su sufrimiento. Además, fueron los primeros en reconocer la existencia del alma, dándole al ser humano el natural anhelo de inmortalidad.
Discurría Fray Belisario en estas cuestiones cuando sus pensamientos fueron interrumpidos.
- Eminencia, siguiendo vuestras órdenes Fray Hermes ya ha partido hacia el principal del Marqués Von Bruce para advertirlo de la inminencia de nuestra llegada.
- Muy bien, hermano Hubert. No veo la hora de llegar al castillo y volver a caminar como cristiano. Este carromato es muy confortable, no me quejo, pero el hombre no ha sido hecho para pasar días y días sentado en tan estrecho recinto. Al menos no yo.
- Si su Eminencia me lo permite, puedo señalar que dichas molestias se remediarían si os decidiérais a montar a caballo, tal como lo hemos hecho todos los demás miembros de la comitiva.
- Ese es un asunto que hemos discutido demasiadas veces, amigo mío, y siempre hemos de llegar a las mismas y divergentes conclusiones: para vos no es más que un capricho de mi parte, en tanto que para mí se trata de una cuestión física. Mis huesos no están preparados para resistir las penurias de la cabalgadura.
En ese momento, el séquito berenita se acercaba a la antigua ciudad de Hadrianópolis y fue alcanzado por una delegación de la autoridad local. El caballero que lideraba el grupo pidió hablar con el obispo en persona, razón por la cual, la comitiva se detuvo y Fray Belisario descendió del carromato, para felicidad de sus piernas entumecidas. El caballero descendió de su corcel y se postró ante el obispo.
- Ilustrísima, en representación del Vizconde Felipe IV, os doy la bienvenida a estas tierras -dijo extendiendo un rollo de pergamino, que Fray Belisario tomó con elegancia- Tenemos órdenes de escoltaros y de velar por vuestra seguridad en tanto permanezcáis en tierras de mi señor.
Luego de un breve y muy cordial diálogo, el grupo reanudó la marcha. Otra vez en el interior del carromato y en compañía de Fray Hubert, el Obispo de Markiv leyó en voz alta la misiva del vizconde.
- "Buenas estimado hombre de Dios, espero que traigais buenas noticias de paz a la zona de conflicto. Tenéis libre paso por mis tierras como así también el derecho de descansar. Los pobladores tienen la orden de dar provisiones para vuestro viaje. Espero que Dios y la Santa Trinidad os acompañen, señor. Felipe IV".
- Un noble gesto de su parte. -enunció Fray Hubert.
- Mucho más que eso, querido amigo. La cortesía hacia un desconocido que no representa ventaja ni adulación es un don que muy pocos saben encumbrar. El señor de estos parajes es por cierto persona muy meritoria, habida cuenta de que no gana nada granjeándose mi respeto y, aun así, se ha preocupado por darnos la bienvenida. Nos pondremos en contacto con él en cuanto termine nuestra misión para recompensarlo por tan amable gesto.
- ¿Pretendéis acaso intervenir diplomáticamente en los conflictos locales?
La voz de Nordhausen sonaba más a espanto que a duda. Y Fray Belisario no lo pasó por alto.
- Sabéis de sobra que no es el modo en que suelo manejarme en estas situaciones, Jamás he dado mi opinión sobre los conflictos ajenos si los propios interesados me la pidieran. Además, tampoco estoy muy al tanto de las tribulaciones que aquejan a la región y a las que el vizconde se refiere. ¿Serán tal vez las secuelas de la aún no finiquitada guerra entre la Bi y la Tetra-alianza?
- Es posible. O quizá a la reciente declaración de guerra manifestada por el judío Gorazd.
- ¿Son sus tierras vecinas a las del vizconde?
- Lo ignoro, Eminencia. Sabéis que la geografía no es uno de los puntales de mi sapiencia.
- Pues debería, querido amigo. Debería. Pero ahora dad la orden de que apuren el paso. No haré esperar la hospitalidad que nuestro anfitrión nos ha ofrecido tan gentilmente.

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